La Intervención Angelical en la Vida Humana

Derek Prince
*First Published: 2000
*Last Updated: diciembre de 2025
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Al dar instrucciones a la iglesia del Nuevo Testamento acerca de la conducta en la adoración, Pablo escribe: «Por esta razón, la mujer debe tener un símbolo de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles» (1 Corintios 11:10). Pablo da por sentado que cuando los cristianos se reúnen para adorar, los ángeles también estarán presentes y participarán.
Esta es la primera de una serie de seis cartas de enseñanza tituladas «Por Causa de los Ángeles». A modo de introducción, exploraremos relatos bíblicos sobre el papel que desempeñan los ángeles en la vida de los creyentes.
Más de una vez, cuando Ruth y yo adorábamos juntos, ella oyó el canto de los ángeles. Nos dimos cuenta del privilegio de experimentar una pequeña parte de la adoración total del universo, que abarca tanto el cielo como la tierra. He escuchado testimonios similares de otros cristianos.
En Hebreos 1:14, el escritor dice que los ángeles de Dios son «todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que heredarán la salvación». La frase griega traducida como «espíritus ministradores» describe específicamente a los espíritus que realizan actos sacerdotales de adoración. En la Iglesia del Nuevo Testamento, el cielo y la tierra se fundían en adoración.
Rebeliones Sucesivas de Ángeles
La Biblia revela una sucesión de rebeliones angelicales contra Dios. La primera, y la más significativa, fue la rebelión original de Lucifer (un arcángel), descrita en Isaías 14:12-14:
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante [igual] al Altísimo.
Por mi parte, creo que la Persona divina a cuya posición aspiraba Satanás no era Dios Padre, sino Dios Hijo (revelado posteriormente en la historia humana como Jesús de Nazaret). El conflicto entre ambos llegó a su clímax en la cruz, donde Satanás aparentemente derrotó a Jesús, pero, en realidad, Jesús lo despojó de todas sus armas y lo dejó totalmente derrotado. «Y despojando a los principados y potestades [de Satanás], [Jesús] los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15).
En Apocalipsis 12:3-4, Satanás es representado como un gran dragón rojo y ardiente, cuya cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo. Aparentemente, como arcángel, Lucifer (ahora Satanás) tenía autoridad sobre la tercera parte de los ángeles del cielo, quienes lo siguieron en su rebelión y fueron expulsados del cielo con él. Satanás y los ángeles que lo siguieron establecieron un reino rival en los lugares celestiales (Efesios 6:12), en algún lugar entre el tercer cielo (2 Corintios 12:2-4) (que es la morada de Dios) y el cielo visible desde la tierra.
Aunque el destino de Satanás quedó irrevocablemente decidido tras su derrota en la cruz, el juicio final sobre él no se llevará a cabo hasta el fin del milenio. En ese momento, Satanás, junto con el anticristo, será «arrojado al lago de fuego y azufre… y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 20:10).
Los Ángeles Caídos Antes del Diluvio
Otra transgresión por parte de los ángeles se describe en Génesis 6:1-2:
Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.
¿Quiénes son estos «hijos de Dios»? Se les menciona dos veces en el libro de Job.
En Job 1:6: “Hubo un día en que los hijos de Dios vinieron a presentarse delante de Jehová , y Satanás también vino entre ellos.”
Y nuevamente en Job 38:4, 7 cuando Dios le pregunta a Job: “¿Dónde estabas tú… cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?”
Obviamente, en ambos pasajes, estos «hijos de Dios» eran seres angelicales. Ciertamente, no había seres humanos presentes cuando Dios fundó la tierra.
Hay dos pasajes en el Nuevo Testamento que describen el juicio de Dios sobre los ángeles que pecaron de esta manera con mujeres humanas. Judas 6 dice: «Y a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran Día» (NBLA).
Es evidente que estos no son los ángeles que participaron en la rebelión original de Satanás, pues Satanás y sus ángeles aún no están confinados, sino que son libres y activos en “los lugares celestiales”. El pecado de los ángeles al que se refiere Judas fue que abandonaron su morada designada en el cielo y descendieron a la tierra, donde cohabitaron con mujeres humanas.
Judas continúa: «Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, a semejanza de aquellos, puesto que ellas se corrompieron y siguieron carne extraña, son exhibidas como ejemplo al sufrir el castigo del fuego eterno» (v. 7).
Judas compara a los ángeles caídos de los días de Noé con la gente de Sodoma y Gomorra porque ambos grupos eran culpables del mismo pecado de inmoralidad sexual y perversión.
En 2 Pedro 2:4-6 el apóstol también une a los ángeles caídos de los días de Noé con la gente de Sodoma y Gomorra:
Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente.
En ambos casos, su pecado fue el sexo contra natura. En el versículo 4, donde la traducción al español dice «arrojarlos al infierno», la palabra griega usada es «tartarus», una palabra frecuente en la literatura griega. Tartarus se ha definido como «un lugar de confinamiento que está más abajo del Hades, a una misma distancia de la que el Hades está de la tierra».
Es asombroso cuánto tiempo tolera el Señor algunas formas de pecado en el mundo, pero hay ciertos límites que Dios vigila celosamente. Uno de ellos es el que prohíbe la perversión sexual, ya sea entre ángeles y seres humanos o entre seres humanos del mismo sexo. Cuando se cruza ese límite, los juicios más severos de Dios se producen rápidamente. En un caso, el juicio llegó en forma de diluvio; en el otro, aniquiló instantáneamente a la población de dos ciudades enteras.
Pecados Similares en Nuestros Días
La Biblia indica claramente que las relaciones sexuales entre ángeles y mujeres humanas no cesaron definitivamente en el diluvio. «Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos con ellas. Fueron los héroes de la antigüedad, hombres de renombre» (Génesis 6:4, NVI ).
La palabra hebrea «nefilim» se deriva directamente del verbo hebreo «nafal», que significa «caer». Por lo tanto, los nefilim son los caídos, es decir, los ángeles caídos. Había nefilim en la tierra «en aquellos días» (en el tiempo del diluvio) y también después (después del diluvio).
Los que nacieron en este período posterior, fruto de esta unión antinatural, fueron llamados héroes. La mitología griega abunda en descripciones de estos héroes. Nacieron cuando seres a quienes los griegos llamaban dioses tuvieron relaciones sexuales con mujeres humanas. Estos dioses eran seres sobrenaturalmente poderosos que descendieron de un plano superior de existencia. La Biblia los llama «nefilim». Eran, de hecho, ángeles caídos.
Por citar solo algunos ejemplos, se decía que Zeus (el «padre» de los dioses) adoptó la forma de un cisne y se unió a una mujer llamada Leda, con quien tuvo tres hijos. En otra ocasión, bajo la forma de un toro, Zeus se unió a Europa, con quien también tuvo tres hijos. Otro «dios» —Poseidón, el dios del océano— se unió a una mujer humana y ella le dio un hijo llamado Teseo, quien se convirtió en uno de los «héroes» griegos más famosos.
Se podrían añadir muchos otros ejemplos. Estos mitos son como un espejo agrietado, que ofrece una representación distorsionada de los acontecimientos que se resumen con precisión en Génesis 6:4.
Como en los Días de Noé
En Lucas 17:26 Jesús nos advierte: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre”. En otras palabras, las condiciones que marcaron los días de Noé caracterizarán nuevamente el período justo antes del cierre de la era actual.
En los días de Noé, «la tierra también estaba corrompida delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia» (Génesis 6:11). Sin duda, ambas características se reproducen manifiestamente ante nuestros ojos hoy: corrupción moral y violencia en constante aumento.
En los días de Noé, la humanidad también fue invadida por ángeles de un plano superior que hicieron de las mujeres humanas el objeto de su lujuria. Hoy, una vez más, los medios de comunicación están repletos de informes sobre "visitantes del espacio exterior". A veces, estos están atestiguados por vívidos relatos de testigos presenciales.
Podemos descartar estos relatos como invenciones, pero esto no explica su creciente frecuencia. Otra explicación que sugieren las Escrituras es que se están reproduciendo las condiciones de los días de Noé. Los ángeles caídos están obrando de nuevo en el planeta Tierra.
Una Palabra Oportuna de Pablo
Si la interpretación anterior de las Escrituras es correcta, confiere una nueva urgencia a las advertencias de Pablo en 1 Corintios 11:2-16. Pablo no veía a la Iglesia como un pequeño grupo de personas aisladas en un edificio religioso. Más bien, la veía como parte de un vasto y emocionante drama que abarcaba tanto la tierra como el cielo. La participación en sus reuniones no se limitaba a los seres humanos, sino que también podía incluir a ángeles, tanto buenos como malos.
En particular, Pablo advirtió que las mujeres que participaban en el culto de la iglesia debían ser conscientes de la posible presencia de ángeles buenos y malos. Su respuesta apropiada era cubrirse la cabeza con un velo adecuado. De esta manera, afirmaban que estaban bajo la autoridad que Cristo había otorgado a su Iglesia. También rendían el debido respeto a los ángeles buenos que pudieran estar presentes y, al mismo tiempo, se protegían de las influencias espirituales impuras que pudieran provenir de ángeles malos.
Las instrucciones acerca del culto que Pablo da en 1 Corintios 11:2-16 se pueden resumir en una palabra: “reverencia”.
¿Dónde Está Mi Reverencia?
En tiempos de Malaquías, el Señor acusó a su pueblo de falta de sinceridad en su adoración. Eran muy religiosos, pero irreverentes. En Malaquías 1:6, el Señor dice:
El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor (reverencia)?
Luego en Malaquías 1:14 concluye:
Porque yo soy Gran Rey... y mi nombre es temible entre las naciones.
En casi todas las culturas existen ciertas reglas de conducta que rigen la forma en que las personas se relacionan con su rey. Estas reglas se denominan «protocolo».
Como un rey terrenal, el Señor también tiene su protocolo. Algunos de los requisitos del protocolo del cielo se especifican en 1 Corintios 11:2-16. Estos nos recuerdan que los cristianos cuando están adorando no son solo un grupo aislado que funciona por sí mismo. Por el contrario, Pablo dice: «Hemos llegado a ser un espectáculo para todo el universo, tanto para los ángeles como para los hombres» (1 Corintios 4:9). Hemos visto que los «ángeles» incluyen tanto a los buenos como a los malos.
Como muestra de nuestro respeto hacia el Señor, y también en nuestro propio beneficio, necesitamos estudiar y seguir los requisitos del protocolo del cielo.
El tema de mi próxima carta será “Guerra en los lugares celestiales”.
Código: TL-L025-100-SPA