Amor Extravagante (Parte 3)

Derek Prince
*Last Updated: diciembre de 2025
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Transcript
Me alegro de estar nuevamente con usted para continuar con nuestro tema para esta semana “Amor extravagante”, espero que lo haya estado ayudando.
Hemos estado hablando del amor de Dios demostrado en la redención del mundo por medio de Jesucristo, la palabra que he escogido para describir este amor es: “Extravagante”, escogí esa palabra deliberadamente porque es una de las que las personas nos usan mucho, y porque quiero alejarme de los clichés y de las frases religiosas y despertarlo de alguna manera a la verdadera extensión del amor de Dios.
Hasta ahora hemos visto dos parábolas que nos dan un patrón para medir lo que le costó a Jesús redimirnos, la parábola del tesoro escondido en un campo y la parábola de la perla de gran precio; en cada caso el comprador tuvo que vender todo lo que tenía para hacer su compra, le costó todo, esto es cierto de Jesús, le costó todo para redimirnos.
En mi charla de hoy, analizaré más profundamente lo que significó para Jesús el dar su vida para nosotros, primero tenemos que ver que el precio de su redención fue la sangre de Jesús, esto está dicho claramente en 1Pedro 1:18 y 19:
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”
Así que fue solo por la sangre de Cristo que pudimos ser redimidos de nuestros pecados, nuestra insensatez y nuestra oscuridad. ¿Porqué tuvo que ser la sangre?, el Antiguo Testamento nos da una respuesta clara a esto, la respuesta es que la vida o el alma de toda carne está en la sangre, toda criatura viviente que tiene alma y sangre, tiene su vida o su alma en su sangre. Esto está en Levítico 17:11, donde Moisés da las leyes para vivir de acuerdo con los principios de Dios, dice esto y es muy profético, significa mucho más de lo que significó al principio:
“Porque la vida de la carne – o el alma - … la vida de la carne en la sangre está, - Dios dice: - y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; - eso fue cierto por supuesto en el viejo pacto en los símbolos y en las sombras, pero realmente fue profético al mirar la sangre de Jesús derramada en el altar para hacer expiación total y final por nuestras almas, luego dice: - y la misma sangre hará expiación de la persona. – o alma -”
Tiene que recordar que la palabra hebrea que se traduce como vida, significa “alma”, el alma de toda carne está en la sangre de esa criatura. Que Jesús diera su sangre y por tanto su alma por nosotros como expiación en el altar de la cruz, fue predicho por el profeta Isaías, en esa gran profecía de la expiación Isaías 53:12, hablando proféticamente de Jesús, dice:
“Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”
Note cuatro declaraciones de lo que Jesús hizo: Derramó su alma hasta la muerte, fue contado con los pecadores, fue crucificado entre los ladrones, llevó los pecados de muchos, el pecado de todo el mundo e intercedió por los transgresores, antes de morir en la cruz, oró: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Cada una de esas declaraciones fueron cumplidas exactamente en Jesús, pero la que queremos enfocar en la primera en el versículo 12 “Derramó su vida hasta la muerte”, Él ha derramado su vida.
Ahora necesitamos ver otro pasaje en el Antiguo Testamento en el libro de Levítico, para obtener una predicción más clara de lo que iba a suceder; el día más importante en el año religioso de pueblo judío, era el día de la expiación, conocido como “Yom Kipur”, en ese día solemne, el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo con la sangre de los sacrificios que cubrían los pecados de Israel por un año, y solamente el sumo sacerdote, y es así es como Moisés lo describe en Levítico 16.14:
“Tomará luego – el sumo sacerdote - de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre.”
Note que solo la sangre podía propiciar los pecados del pueblo de Dios y que la sangre debía ser llevada a la presencia de Dios Todopoderoso en el lugar santísimo, y quiero que note particularmente el hecho de que tenía que ser esparcida siete veces. Esto no era ninguna coincidencia, siete es el número que indica la obra del Espíritu Santo, es el número de la plenitud o de la perfección, indica que se ha hecho algo perfecto; y lo que destacaré en el resto de esta charla es que esto fue cumplido exactamente en la manera en que Jesús derramó su sangre, su sangre fue esparcida precisamente siete veces antes de completarse el sacrificio.
En exacto cumplimiento de aquella profecías y ceremonias del Antiguo Testamento que hemos estado viendo en Isaías y en Levítico, encontramos al ver la historia del Nuevo Testamento en los evangelios, que la sangre de Cristo fue esparcida siete veces de siete maneras diferentes, y ahora repasaré brevemente esos siete esparcimientos de la sangre de Jesús:
El primer esparcimiento o derramamiento de su sangre fue en el huerto de Getsemaní, donde en agonía se dispuso para Dios para este último gran sacrificio. Esto es lo que dice en Lucas 22:44:
“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.”
Así que la sangre salía de su cuerpo en el sudor que era la expresión de su agonía y de su lucha, ese fue el primer esparcimiento. El segundo fue cuando estaba en la casa del sumo sacerdote, cuando era interrogado, insultado y maltratado, dice en Mateo 26:67:
“Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban.”
La palabra que se traduce como “dieron de puñetazos”, también puede significar “golpear con vara”, y yo creo que eso fue probablemente lo que sucedió, porque fue profetizado también en el Antiguo Testamento en Miqueas 5:1, donde dice:
“…con vara herirán en la mejilla al juez de Israel.” Pero como fuera que haya sucedido, lo golpearon con puños, con varas, la sangre salió de su rostro, probablemente de su nariz entre otras partes.
Ahora vamos a ver el tercer derramamiento que está registrado en Mateo 27:26:
“Entonces les soltó Barrabás, y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.”
Esto también fue predicho en el Antiguo Testamento en Isaías 50:6, donde Dios habla en persona y dice:
“Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de las injurias y de esputos.”
Es importante notar que el Señor dio su espalda, no fue obligado sino que se dio a sí mismo como sacrificio, y fue azotado con un látigo romano que tenía muchas tiras de cuero, cada una tachonada con huesos o metal, y cuando golpeaba la espalda de un hombre, literalmente abría y rompía la carne, y exponía los tendones y hasta los huesos; así que ese fue el tercer derramamiento de sangre.
Tenemos en ese cuadro profético de Isaías capítulo 50, el cuarto esparcimiento de sangre, que no es especificado con tantas palabras en el Nuevo Testamento, pero regresemos al Antiguo Testamento para conocer toda la revelación. Isaías 50:6:
“Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba…”
Así que también arrancaban pedazos de barba a Jesús, por tanto también derramó sangre.
El quinto derramamiento de sangre fue la corona de espinas, y esto es lo que dice de los soldados romanos en Mateo 27:28 y 29:
“y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas…”
no solo la pusieron sobre su cabeza, aquellos brutales soldados, habiendo tejido esas filosas espinas, las que aún hoy se pueden ver en toda la tierra de Israel, las presionaron sobre su cabeza y lo golpearon hundiéndolas más en su cuero cabelludo; el quinto esparcimiento de sangre
El sexto fue la crucifixión en sí, en Mateo 27:35:
“Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes…”
Así que sus manos y sus pies estaban atravesados por clavos, esto también fue predicho en el Antiguo Testamento en el Salmo 22:16 “ … horadaron mis manos y mis pies.” Y en el versículo 18 “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.”
Aún queda el séptimo derramamiento de sangre que ocurrió después de que Jesús había muerto, un soldado romano fue enviado para asegurarse de que las tres personas en las cruces estaban muertas, terminó de matar a los primeros dos, a los ladrones, pero cuando llegó donde Jesús, notó que ya estaba muerto, esto es lo que dice en Juan 19:34:
“Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.”
Así, en esos siete derramamientos su cuerpo fue vaciado de sangre, derramó literalmente su alma hasta la muerte.
Repasaré ese derramamiento en siete partes: Primero, su sudor se convirtió en sangre; Segundo, lo golpearon en la cara con puños y varas; Tercero, lo azotaron con un látigo romano; Cuarto, le mesaron la barba; Quinto, le metieron espinas en su cuero cabelludo; Sexto, sus pies y manos fueron atravesados con clavos; Séptimo, su costado fue abierto con una lanza. Y al escuchar esa lista, esa es la medida de su amor, ese fue el precio que pagó, le costó literalmente todo lo que tenía, no solo dio su gloria, su trono, su majestad como Dios, no solo entregó sus pocas pertenencias terrenales, sino que se dio a sí mismo, fue su propia vida; la derramó en su sangre como el precio de la redención, medite sobre eso y dese cuenta que esa es la medida del amor de Dios, para decirlo menos, es extravagante.
Nuestro tiempo por hoy ha terminado, regresaré mañana a la misma hora, para continuar con este tema “Amor extravagante”, hablaré sobre la ilimitada herencia que recibimos por medio de Cristo.
Código: RP-R123-103-SPA