Me alegro de estar nuevamente con usted al llegar al final de esta semana. Nuestro tema de esta semana ha sido “Dios es un casamentero”, ayer compartí con usted, de manera personal, los principios de Dios para el matrimonio que se cumplieron en mi primer matrimonio con Lidia. Aunque en ese entonces yo no comprendía exactamente esos principios. Dios escogió soberanamente unirnos a Lidia y a mí. Luego confirmó su elección con treinta años de matrimonio feliz, fructífero y exitoso que Él nos concedió. En Lucas 7:35, Jesús dijo esto:

“La sabiduría es justificada por todos sus hijos”.

Si usted deja que Dios planee y determine su vida, la sabiduría de Dios será justificada por los resultados que produzca en su vida.

Hoy compartiré cómo Dios me unió con mi segunda esposa Rut, verá que Dios una vez más obró de acuerdo con sus principios inmutables.

En 1975, mi primera esposa pasó a la presencia del Señor después de casi 50 años de servicio intenso y a tiempo completo. Experimenté la agonía de perder a un ser muy querido, creo que nadie que no haya perdido a un compañero o compañera de toda la vida pueda apreciar realmente lo que eso involucra, y tengo que decir que mi experiencia me ha dado más compasión tanto por las viudas como por los viudos. Fue como si algo hubiese sido arrancado de la parte más interna de mi ser y dejó un tremendo vacío.

Le dije a Dios, cuando Lidia murió, que estaba dispuesto a vivir soltero por el resto de mi vida si esa fuese su voluntad y por un tiempo estuve preparado para aceptar que así iba a ser.

Después de un par de años, Dios empezó a renovar mi primer llamado a la tierra de Israel y pude ir en una visita especial con un grupo de líderes ecuménicos de diferentes trasfondos. Cuando el resto del grupo había regresado a sus países, decidí quedarme una semana más y buscar la voluntad de Dios acerca de mi regreso a Israel. Durante esa semana visité un grupo de personas que distribuían mis libros en Israel, y me enteré de que la señora que trabajaba como su secretaria, estaba inválida por una lesión en su espalda. El Señor me había dado un favor especial para ministrar a personas con problemas de la espalda y pensé que no era una actitud cristiana si no me ofrecía orar por ella. Me acompañó un hermano en Cristo y fuimos a visitar a esta señora a la dirección que se nos fue dada.

Manejamos frustrados por toda Jerusalén sin poder encontrar esa dirección. Estaba a punto de decirle al hermano “No sigamos buscando, hemos hecho lo mejor que pudimos”, y luego nos dimos cuenta de que estábamos en esa dirección exacta y frente de la puerta, así que entramos. La señora estaba acostada en un sofá, oramos por ella, mostramos nuestra compasión y nuestro interés y salimos. Y pensé: “Eso cumple con mi deber, espero que el Señor ya haya empezado un proceso de sanidad”. No volví a pensar en el asunto.

La última noche que yo planeaba quedarme en Israel, decidí que debía buscar fuertemente la respuesta de Dios, y tuve una de las noches más extraordinarias de toda mi vida. Me acosté a las 11:30 de la noche y me levanté a las 6 de la mañana, no había dormido nada, ni siquiera tuve sueño. Por siete horas Dios me había estado hablando de su propósito para mi vida, me recordó las promesas que me había hecho, me aseguró de que si yo caminaba en obediencia y en fe, Él cumpliría esas promesas y a medianoche me dio una visión, una visión no muy clara, vi una colina que subía hasta el muro occidental de la antigua ciudad, y había un camino zigzagueante que iba cuesta arriba. Me di cuenta de que este camino, era mi regreso a Israel y Dios me estaba diciendo que sería cuesta arriba y no sería directo, sino que aparentemente iría de un estado a otro y que a veces sería difícil de entender. Bajo la colina y en la entrada del camino, se veía claramente a una mujer sentada en una posición y con un vestido de color extraño; inmediatamente la identifiqué como la mujer por la que había orado esa semana. Y me pareció que Dios me decía que era su voluntad que yo me casara con ella.

Tengo que confesar que mi primera reacción fue temor y dije “Dios me pides que me case con una mujer que no amo?” … Sin embargo, eso no me dejó, por lo tanto me determiné orar por un mes antes de hacer cualquier cosa.

Durante ese mes, yo no lo sabía, Dios le había estado hablando también a esta mujer. Eso fue lo maravilloso. Y de una manera poco usual y dramática Dios nos hizo encontrar nuevamente, compartí con ella un poco acerca de mi llamado y lo más asombroso es que por su lesión en la espalda, mientras yo le hablaba en vez de estar sentada en una silla, ella estaba sentada en el piso con su espalda contra la pared y estaba usando exactamente el mismo vestido que vi en mi visión y sentada en la misma postura. Por lo tanto, Dios se aseguró de que lo entendiera bien, pero no hicimos ningún compromiso.

Nos encontramos nuevamente en Jerusalén, y esta vez le comenté a Rut lo que yo pensaba era la voluntad de Dios para nosotros. Ella respondió positivamente, pero sentimos que debíamos esperar en Dios. Por razones que no puedo detallar, pusimos este propósito de Dios y el concepto de nuestro matrimonio en el altar de Dios por tres meses. Nunca nos escribimos, ni tuvimos contactos, queríamos ver si Dios iba a matar el sentimiento o darle vida. Al final de esos tres meses cuando nos volvimos a encontrar, ambos sabíamos sin ninguna duda que este era el plan de Dios para nuestras vidas. Y Él nos dio la libertad para contraer matrimonio, que subsecuentemente ha bendecido de una manera muy hermosa.

Al mirar hacia atrás y considerar lo que ha sucedido en mi vida desde que Rut y yo nos casamos, me doy cuenta de lo hermosa y perfecta que ha sido la provisión de Dios. El Señor le dijo a Eva que ella sería la ayuda idónea para Adán y eso fue cierto de Rut. Ella tiene tanta capacidad, tantas habilidades, tanta dedicación que yo no podría cumplir con mi ministerio sin su ayuda. Su trasfondo había sido en el judaísmo conservador y tres años antes de conocerla, ella había ido a Israel como inmigrante para vivir entre el pueblo judío y que su luz brillara allí. Ella había aprendido las lecciones difíciles de la vida de fe, había sido probada con pobreza, enfermedad y otras cosas y estábamos listos para compartir nuestras vidas juntos.

Nuevamente en este segundo matrimonio, como en el primero, lo hermoso fue nuestra unidad y armonía. Un verano vivimos en Jerusalén para estudiar en la universidad hebrea de Jerusalén. Vivíamos con una pareja anciana judía que no profesaban ninguna fe, ni el judaísmo ni ninguna otra religión. Pasamos tres meses allí en una sola habitación de su casa, asistiendo a la universidad todos los días. Después de haber estado allí dos meses, esta señora judía de la casa que no era de ningún modo emotiva, ni se podía considerar espiritual, empezó a decirnos la impresión que había tenido de nosotros. Ella dijo: “Desde el primer día que entraron en mi casa supe que eran personas especiales, había una luz en sus rostros, nunca he visto tanta paz, tanta armonía y unidad”. Terminamos siendo muy amigos de esa pareja, más que con cualquier otros. Que bendición y testimonio de la sabiduría de Dios, porque le obedecimos, porque seguimos los pasos que Él estableció, Él pudo hacer de nuestra unidad un testimonio para otros.

Estamos comprometidos con Dios, el uno con el otro, con Jerusalén, con Israel, y con el pueblo de Dios en todas partes. Desde que hicimos ese compromiso con Dios y el uno con el otro, las puertas que Dios ha abierto para nosotros han sido dramáticas y asombrosas. Él ha hecho cosas que si me lo hubiesen dicho antes, dudo que las hubiera creído.

Digo todo esto como testimonio de la fidelidad de Dios y motivarlo a usted para créele a Dios por lo mejor. No se conforme con menos. Dios tiene un plan grande para cada uno de sus hijos.

Déjeme recordarle brevemente esos cuatro principios del matrimonio establecidos en la creación y que hoy siguen vigentes y al repasarlo, quiero que se pregunte si usted está dispuesto a seguir el camino de Dios:

  • El matrimonio fue decisión de Dios.
  • Dios formó una mujer para el hombre
  • Dios trajo a Eva donde está el hombre.
  • Dios estableció los términos de la relación.

Eso es lo que Dios quiere hacer en la vida de su pueblo hoy. Lo diré nuevamente: Créale a Dios por lo mejor y no se conforme con menos. Que Dios lo bendiga y que su voluntad se cumpla en su vida.

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